Escuela de Capacitación CePA.
Centro de Pedagogías de Anticipación.

Curso en Sede:
"Familia y Escuela en la Diversidad", Primer Cuatrimestre.
Sede Central 9ª. Av. Santa Fé 4300.

Núcleo:
"Sujetos e Instituciones."

Diseño y Publicación del material, Prof.Patricia Mendy.
2007

jueves, 3 de mayo de 2007

Clase Media... E. Anguita.

Clase media: seducida y abandonada

Eduardo Anguita

Licenciado en comunicación {UBA}. Docente y periodista universitario, ha publicado varios libros referidos a la historia argentina reciente.

En las tres últimas décadas, en la Argentina se redistribuyó el ingreso de manera bruta a favor de los sectores más poderosos, provocando la pauperización de gran parte de nuestra sociedad. Un grupo social hasta entonces paradigmático y distintivo de nuestro pais, la clase media, sufrió –y sufre– especialmente este proceso. En una investigación de Alberto Minujin y Eduardo Anguita recientemente publicada por Edhasa (La clase media: seducida y abandonada) se analiza esta transformación de la clase media –no sólo vista como víctima, sino también como victimaria– y su relación con los sueños y esperanzas de cara al futuro.


A partir de la crisis de diciembre de 2001, la mayoría de los analistas e investigadores sociales consideran que ese fue un momento bisagra en la historia argentina. Algunos centraron su observación en las formas institucionales, otros en la corrupción política, otros en la dependencia financiera o en la seguridad.

El antes y el después tiene que ver con algo más profundo y complejo: los modelos de concentración económica que acompañan la globalización de los negocios y el agresivo proceso de exclusión social que constituyen su principal emergente. En el caso argentino, para entender los niveles de pobreza de la actualidad es preciso contrastar cómo fue la parábola que arrancó a mediados de 1975, con la crisis desatada por el Rodrigazo –en el momento de mayor auge de las clases medias– y una caída sostenida de los ingresos de los sectores medios y populares hasta su precipitada caída hacia fines de 2001.

Hasta mediados de los setenta del siglo pasado, la clase media argentina se caracterizó por mantener niveles de ingreso y de calidad de vida muy por encima de lo que registraban otras capas medias en los países periféricos. Sin embargo, el fin de la guerra fría y la descomunal concentración de la riqueza y el poder a escala mundial dejaron a la Argentina sin sus históricas ventajas comparativas. Aunque los países más poderosos no tenían motivos para otorgar un trato privilegiado al país, la clase media reprodujo valores propios del consumismo, al tiempo que se desgajaban sectores la exclusión. Este proceso fraccionó y diferenció socialmente a quienes poco antes fueron pares. Arquitectos manejando taxis, patricios de dos apellidos al frente de una pizzería, señoras elegantes que hacían tortas para vender en las panaderías, fueron moneda corriente en los últimos años. Su ingenio no les alcanzó para mantener los lugares de prestigio social.

Concretamente, la emergencia de los nuevos pobres constituyó la antesala del escenario actual. La clase media no tiene trabajo, la asaltan en el tren o el coche, recurre al ingenio para comer con menos plata. No es observadora, sino protagonista. La convulsión coloca a la clase media en una ambigüedad extrema. Conductas de rechazo a la corrupción y a la concentración de la riqueza, de adhesión a la protesta y la participación social, conviven con sensaciones de desesperación y de obsesión ante los propios problemas, el miedo al futuro, la búsqueda de alternativas fuera del país, la falta de iniciativa y hasta la parálisis. Esta gama de conductas y sensaciones no necesariamente divide a las personas, sino que más bien convive en cada uno, de manera contradictoria, con un alto costo emocional y provocando altísimos niveles de desequilibrios emocionales y psicológicos.

La crisis que estremeció al país a fines de 2001 creará transformaciones que, probablemente, hagan imposible un nuevo resurgimiento de los sectores medios en los términos que le dieron la vitalidad política y cultural de sus años dorados –los cincuenta y sesenta–; ni siquiera en los altos niveles de consumo que conocieron algunos reducidos sectores de la clase media beneficiada con el sistema de estabilidad monetaria y cambiaria de los noventa.

El trabajo de investigación que hicimos juntos Alberto Minujin y yo analiza la caída y también imagina escenarios futuros no sólo respecto de las nuevas inserciones laborales posibles en el marco de las diferentes alternativas económicas, sino también sobre cómo operan los estados de ánimo, los valores morales y las creencias ante una realidad en la que el sistema político de representación muestra signos agudos de agotamiento. La implosión del sistema institucional y financiero –en un plano macro– sorprendió a la ciudadanía tanto por los grados de arbitrariedad del poder como por los de la propia reacción social, mientras que –en un plano micro– llevaron a vivir al día, a no poder prever ni planificar los escenarios próximos.

La caída de los niveles de vida de los sectores medios ha generado algunos fenómenos que la dirigencia política parece negarse a analizar cuando, paradójicamente, la mayoría de los líderes políticos dicen ser expresión genuina o tratan de seducir su voto para las contiendas electorales. La realidad es que apenas un diez por ciento de la población argentina puede sentir que sus estándares de consumo y patrones de vida están en los registros de clase media. El resto se debate en una gama que va entre la vulnerabilidad social o la pertenencia a esa categoría ambigua constituida por grupos sociales con pasado clasemediero e ingresos de empleado provisorio y flexibilizado.

La falta de representación y participación en la vida social y política crea distorsiones muy fuertes acerca de quiénes se atribuyen ser la “voz” y la “conciencia” de la clase media. Los medios de comunicación, los familiares de las víctimas de secuestros y los políticos compiten por ampliar sus bases de simpatías. Pero todos ellos logran apenas adhesiones emocionales o ideológicas.

Lo que no tiene visibilidad es lo más profundo: la caída no se detuvo y la falta de un “piso” provoca una sensación de deslizamiento que dan por resultado una suerte de “pobreza de futuro” en la cual conviven estímulos y reconocimientos sociales que no están al alcance de los sectores medios. La educación privada, la medicina prepaga, los barrios cerrados, los automóviles nuevos, las marcas de ropa o los destinos turísticos bonitos están al alcance de la mayoría por el bombardeo publicitario constante mientras que la solución a los problemas cotidianos está fuera del diálogo mediático. Amplios sectores de la sociedad apelan desde hace años a la creatividad para resolver los problemas más acuciantes: la reducción de gastos, compartir la vivienda o el coche, usar teléfono con tarjeta, turnarse para sacar turnos en el hospital público. La lucha en el marco de las formas de expresión populares –asambleas populares y movimientos de desobediencia civil– comenzó a ser una alternativa entusiasta que compite con otras a las que se sienten empujados muchos desposeídos: la resignación y el abandono, o directamente el robo y la delincuencia. Resulta visible que haberse empobrecido ya no es un sentimiento vergonzante de autoexclusión como era lo dominante en la década de los noventa y que marcaba una manera de resignación; por el contrario, a falta de plata, se convirtió en moneda corriente hablar de las desgracias y las pérdidas. Este rasgo de la conducta cotidiana expresa una temprana forma de adaptación y de rechazo a las nuevas condiciones. En ese sentido, los últimos años dieron cabida a un intenso debate ideológico sobre identidades y formas de organización en los cuales ser de clase media o ser de origen obrero y popular pasa a ser una contradicción secundaria. Muchos sectores medios han aceptado la creatividad de los obreros que recuperan sus fuentes de trabajo en esto que ha dado en llamarse “empresas recuperadas” y a través de las cuales se han creado comedores, bibliotecas, grupos culturales o artísticos.

Rock de los jóvenes Vulnerables.

Rock de los jóvenes vulnerables

Aldo Isuani – Daniel Filmus

Un politólogo (Isuani) y un sociólogo (Filmus) dialogan sobre la sombría realidad de los jóvenes de los 90, cada vez más condicionados para incluirse en la sociedad, con una educación devaluada y un mercado laboral que pide mucho y da poco.


Cada vez más, los jóvenes de bajos recursos en condiciones de ingresar al mercado laboral sienten que entran, en verdad, al reino de la imposibilidad. La evolución de la oferta de trabajo en las últimas décadas tiende a concentrarse en quienes manejan un alto nivel de especialización y condena al resto a flotar entre el desempleo o la paga irrisoria. El politólogo Aldo Isuani planteó esta encrucijada; el sociólogo Daniel Filmus advirtió sobre la amplitud de la franja de vulnerabilidad ante la exclusión. Filmus planteó la revalorización de algunos instrumentos que podrían allanar el camino a los jóvenes. Si Isuani encuentra fallas estructurales en modelos políticos que también impregnan a la sociedad, Filmus consideró que, de cualquier forma, la escuela sigue siendo la clave. Pero apunta que el ámbito educativo requiere cambios urgentes para cubrir una brecha. El desfase está dado porque mientras los alumnos sintonizan con el ritmo del video-clip o del zapping, las escuelas “todavía no han superado la velocidad del Winco”.

-¿Qué cambios vienen enfrentando los jóvenes, en la Argentina, en este fin de siglo?

Filmus: Históricamente, la Argentina estaba acostumbrada a la movilidad social ascendente: era tradicional que los jóvenes se proyectaran para superar la situación de sus padres, aún si eran humildes sus expectativas eran de estudio y de mejor integración con la sociedad. La generación de los últimos años ya no tiene esas certezas. Están ante un futuro en el cual el trabajo es incierto. Muchos jóvenes sienten que están viviendo en un mundo de engaño; reciben promesas que no se corresponden con la práctica. Es el fin del optimismo y, por lo tanto, llega la vulnerabilidad. ¿Habrá espacio para estos jóvenes del futuro? El crecimiento económico de la década del noventa no abrió más lugares de trabajo ni situaciones de bienestar para muchos sectores de la población.

Isuani: Hablando sobre los problemas del presente y del futuro, un joven me dijo: “La verdad es que yo admiro a su generación, de los sesenta. Porque fueron rebeldes. En cambio nosotros tenemos que cuidarnos hasta para hacer el amor”, Me golpeó esa reflexión. Es verdad, si uno estudiaba tenía posibilidad de conseguir trabajo profesional; si no estudiaba, siempre algo conseguía. Estamos en un proceso inverso; se acabaron las promesas y lo grave es que no hay una utopía, no hay un mundo al cual aspirar y soñar. Todo se ve negro. Es el mundo del “no se puede”.

-Ese “no se puede”, ¿tienen que asumirlo todos los jóvenes?

Isuani: Es que hay un cambio fundamental en el eje de la estructura productiva, que demanda un componente muy alto del conocimiento para ingresar al sector moderno de la economía. Y las diferencias entre bajos y altos ingresos son cada vez más abismales. La tasa de desempleo de los jóvenes de 15 a 24 años del sector más pobre de la población es del 45 por ciento en la Argentina. En cambio, en el sector de mayores ingresos los jóvenes sólo llegan al 7 por ciento de desocupación. Pero no necesariamente los jóvenes de mayores ingresos están haciendo lo que quieren hacer; pueden estar trabajando en cosas para las que están sobrecalificados. Han conseguido trabajo desplazando a otros que están calificados para un trabajo menor, en un peldaño más abajo en la escala laboral. Aquellos con menor calificación y con menos ingresos terminan en el fondo de la fosa.

Filmus: Los jóvenes son las víctimas del modelo social que estamos ofreciendo, pero tampoco se puede deducir que éste sería el único método posible que no tiene más remedio como el caso de la anomia de ser asesinos o robar, caer en la violencia. Por eso yo insisto en que es importante la educación que no sólo brinda condiciones de empleabilidad sino que también brinda condiciones de convivencia democrática.

Isuani: Para mí tiene más incidencia la dinámica del sistema productivo. No niego el aporte que pueda hacer la educación, y los cambios que requiere. Pero, si todos se gradúan en la universidad, esto no significa que se resuelva el tema del desempleo. Va a haber universitarios desempleados. Si mañana nos despertamos y hay dos millones de nuevos puestos de trabajo, vamos a trabajar todos aunque no tengamos primaria completa. Entonces, una cosa es el sistema productivo, otra cosa es el aporte que pueda hacer la educación.

-La educación, ¿puede neutralizar la diferencia marcada por los distintos niveles socioeconómicos?

Filmus: Hay una falacia respecto de la promesa que es la educación. El problema es que la educación no modifica sustancialmente el mercado de trabajo. El mercado de trabajo tiene reglas autónomas. Si todo el mundo se educa más, lo que se va a dar es lo que planteaba Aldo recién: el “efecto fila”. Son colocados primeros en la fila de buscadores de trabajo los que tienen más educación, últimos los que tienen menos educación. Significa que si uno tiene muchos más jóvenes que se educan, puede pedir los jóvenes con escuela media para ser cadete, es lo que está pasando. Pero no es que necesite escuela media para ser cadete, sino que lo pueden pedir porque tiene una oferta mayor. En el fondo de la fila van quedando los que tienen menor educación. En un país donde la mitad de los jóvenes no terminan la escuela media, se discrimina a los que tienen un componente económico más bajo. Esto quiere decir que muchas veces lo que hace la educación es legitimar la diferencia social.

-¿La vulnerabilidad es mucho mayor en los humildes o en los jóvenes de clase media baja?

Filmus: El riesgo de vulnerabilidad o de marginación es ahora muchísimo más alto para el que no estudia que para el que no había estudiado hace 20 años, donde siempre tenía un espacio. En el fin de la década del 90 para esa gente no hay lugar posible. Ahora, tiene más que ver con la educación, pero más que nada con la cuestión socioeconómica, está condicionada por situaciones de origen. De ahí la manifestación de violencia de los jóvenes, en una sociedad que cierra todas las puertas.

-Puede darse que, quien sabe competir mejor, aunque no tenga más preparación, consigue el trabajo que otros no consiguen.

Filmus: Sí: ahora la responsabilidad es individual. Lo cual genera un nivel de competitividad donde el enemigo pasa a ser el de al lado, uno de los dos se tiene que salvar cuando no hay lugar para todos, tiene que agarrar el salvavidas. En este sentido genera un criterio de que todos tienen que correr cada vez más rápido para estar en el mismo lugar. Una carrera contra los otros: ésta es una imagen que ha dado Susana Torrado: una carrera, donde hay cada vez menos carriles.

-En la crisis del fin de siglo, ¿se amplía la vulnerabilidad?

Filmus: En buena parte y según lo plantea Alberto Minujin, que trabaja el tema en UNICEF, se amplía y profundiza la franja de vulnerabilidad. Es gente que estuvo integrada y que ahora sus hijos van en vías de la desintegración. Desde esta perspectiva, el que está siendo marginado expresa su violencia contra toda la sociedad; el obrero contra el patrón, el patrón con otro patrón. Cada uno tiene un adversario. Uno se pregunta: ¿Qué lugar ocupa la patota? Ocupa el lugar de integración social en momentos en que los grupos de pertenencia no funcionan. Las patotas se producen entre los grupos marginados, por un proceso que estudió Aldo de la anomia. A este sector le da lo mismo tirar un obrero desde el tren, matar a un chico por sus zapatillas, porque realmente siente que toda la sociedad lo está marginando.

-La desorientación, ¿genera el fenómeno de anomia?

Isuani: Surge un cambio brutal en estos años porque la acción colectiva ya no tiene lugar. Pero la anomia se refiere fundamentalmente a la ausencia de reglas, a la desorganización. La sociedad vive en una etapa de transición, y el nuevo orden todavía no tiene solidez, genera confusión. Esta falta de orden aleja cada vez más a los “incluidos” de los “excluidos”. Los excluidos, si están cerca del bolsillo de un incluido, pueden tentarse a sacarle la billetera; una “redistribución”, obviamente resentida, del ingreso. Comienza a gestarse que los incluidos asuman una postura crecientemente dura y distante de los excluidos.

-La inclusión no siempre es duradera; ¿la vulnerabilidad se extiende, se profundiza?

Filmus: El tema de la vulnerabilidad tiene que ver con la cuestión social. Pero estamos en la inclusión-exclusión; hay un alto nivel de incertidumbre en la sociedad. Ante la tendencia de marginación muy fuerte, hay una franja de gente que está en el límite entre uno y otro. La vulnerabilidad es la posibilidad de no reunir las condiciones de capacidad y origen socioeconómico como para asegurar la inclusión. Por supuesto, se profundiza el riesgo de un sector vulnerable cuyas posibilidades de pasar en cualquier momento a la cuestión de la pobreza son bastante posibles.

-¿Por ellos o por la escuela?

Filmus: Por la escuela. El sistema educativo transmite una educación de muy baja calidad. Hay como una suerte de engaño; los chicos tienen más años de escuela, más sacrificio, menos conocimiento. La educación es tanto o más importante que antes. Antes era como un trampolín que te permitía ascender a un nivel social más alto; ahora siguen estudiando, van a la escuela y a la universidad muchísimos jóvenes porque la educación se transformó como en un paracaídas. En la sociedad todos bajan; cuanto más educación tienen bajan más lentamente; pueden pelear mejor contra esa creciente tendencia a la marginalidad.

Isuani: También considero primordial a la educación, pero hay un dato importante: del sector más pobre, un 25 por ciento de los jóvenes, ni estudian ni trabajan, no tienen condiciones para trabajar. Y además la sociedad los incita a través de los medios masivos a un consumo al que no tienen ni van a tener acceso.

Filmus: La escuela no es una campana de cristal. Y hay un propio malestar económico escolar; la escuela media principalmente no responde a las demandas de las necesidades que tienen los chicos; no contesta a las preguntas que plantean todos los días, no genera las condiciones del placer por el aprendizaje que hace que los chicos vayan y se sientan contenidos. La velocidad con que se mueve la escuela es distinta; fuera de la escuela, los chicos se mueven a la velocidad del video-clip, del zapping. Y la escuela es como “el Winco”. La escuela no es apta a las transformaciones y eso es un choque.

-De todas maneras usted coincide en que la concentración del mercado de trabajo trae a los jóvenes la falta de expectativas.

Filmus: Entiendo que muy a menudo un médico va a desalojar a un visitador médico, un arquitecto a un dibujante, un contador a un administrativo. Desaloja a otro, pero no consigue lo que quiere. Tiene que seguir estudiando: si bastaba un título universitario, hoy hace falta tener un posgrado. Y si todos tenemos posgrado, hace falta tener un posgrado en el extranjero. Si no, hace falta un papá con la misma profesión y nos delegue una parte de su trabajo. Cada vez se necesitan menos personas en los puestos de alta calificación; se distribuye el trabajo en una forma sumamente antidemocrática. Esto es un elemento clave, no es que las nuevas tecnologías demanden menos personas.

-¿Qué formas de resolución sugiere?

Filmus: Políticos o empresarios deciden echar gente; podrían distribuir más democráticamente el trabajo y esa sería una manera de procesar los nuevos cambios tecnológicos. Sobre el fin de la década hay menos equidad. Por un nivel de competitividad productivo se pospone la igualdad. Y los jóvenes si no encuentran caminos para ingresar no se van a quedar de brazos cruzados. Van a buscar otra forma, y muchas veces tiene que ver con la violencia urbana que estamos viviendo. Se enfrentan ante un mundo que les cierra cada vez más las puertas.

Isuani: Algo de la época de las utopías desapareció; no se escucha la palabra “proyecto” entre los jóvenes, Antes, el proyecto era sobre un mundo previsible; ahora es casi existencialista. Si hay algún proyecto, es a cortísimo plazo.

Aparecido en: Clarín, Domingo 04 de julio de 1999

Nuestros padres.


Lo que tú quieras oir.

Sofía entra a su casa, con el dibujo de su hijo en la mano.

Escucha el contestador automático...

y decide qué va a oir.

(Tarda un poquito en comenzar)

Aporte de Patricia Mendy

Lo que los niños miran...eso hacen.

¡Gracias Romina!

Familias ensambladas.

Los terapeutas Antonio Laurito y María prejuicios y mitos en torno a las segundas parejas que comparten la crianza de los hijos:

"Los tuyos, los míos y los nuestros". El aumento mundial del número de
divorcios trajo consigo el concepto de familia ensamblada, mixta o
reconstituida, compuesta por una pareja, de los cuales uno o ambos miembros
tienen hijos de uniones anteriores. Dentro de ella entran tanto las segundas
parejas de viudos/as, divorciados/as y las madres solteras. La noción de
familia y pareja se ha ido modificando con el paso del tiempo, y el número
de familias ensambladas iguala o supera a las de origen. Lo que antes era
habitual, ahora es una rareza. Las personas cambian de trabajo, de
profesión, se mudan varias veces a lo largo de su vida, y no necesariamente
se unen "hasta que la muerte los separe".

Lo que distingue a la familia ensamblada es la presencia de hijos desde el comienzo mismo de la relación de pareja. Es una configuración familiar no tradicional que cada vez tiene mayor difusión en nuestra sociedad y en el mundo occidental.

¿Cuáles son los ciclos vitales y prejuicios que giran en torno a las
familias ensambladas? Tanto las familias ensambladas y constituidas a partir
de parejas legalmente casadas como las unidas de hecho, se encuentran
sometidas a las mismas tensiones y desafíos. En su seno convergen problemas
psicológicos, sociales, jurídicos y educativos, donde los hijos
inevitablemente se encuentran en el medio de la escena. La consolidación del
vínculo de pareja es la base de estas familias.

"Cada vez son más los niños que nacen en familias con estas características,
donde no existen modelos previos, por eso es que necesitan algún tipo de
orientación. Muchas veces se constituye una nueva familia con la idea de la
original, sin embargo, en esta nueva unión se genera un marco diferente",
resalta Diehl.

Las familias ensambladas son exitosas cuando alcanzan la estabilidad. Con
tiempo y esfuerzo, sus miembros aprenden a ser tolerantes, flexibles y
creativos, conviviendo con las diferencias. Los chicos tienen en el hogar
ensamblado un modelo de pareja que se ama, que contiene al grupo familiar y
se encuentra feliz con esta segunda oportunidad.

"Muchas veces el conflicto se agudiza cuando los hijos son adolescentes. Es un momento difícil en el que el chico trata de separarse de sus padres, poner distancia y reafirmar su identidad. Es preciso establecer reglas claras y ser tolerantes", afirma Laurito, quien remarca la diferencia con los niños menores de diez años, ya que se adaptan mejor y requieren de poco tiempo para lograr un ensamble exitoso.



CARACTERÍSTICAS SOBRESALIENTES
La mayoría de las familias ensambladas nacen de una pérdida, esto
significa que todos los integrantes del nuevo grupo familiar deben a
adaptarse a los cambios luego de una relación familiar primaria. Los adultos
deberán reponerse, y los chicos, entre otras cosas, renunciar a su fantasía
de reunir a sus padres nuevamente.
Los ciclos individuales, maritales y familiares son incongruentes. Una
pareja comienza su relación mientras el hijo de uno de ellos es adolescente,
o bien una persona sin hijos se encuentra repentinamente a cargo de un niño
o adolescente.
Las relaciones padre-hijo preceden a las de la pareja, y al principio, los
vínculos con los hijos son más intensos que con la nueva pareja. Esto genera
frecuentemente conflictos de lealtades. Para quien se muda a la casa del
otro, los sentimientos de exclusión y soledad son casi inevitables al
comienzo.
Existe un padre o una madre actualmente presente o en el recuerdo, que a
pesar de haber concluido el vínculo como pareja, la nueva familia deberá
convivir con la presencia (real o virtual) de un ex-marido o una ex-mujer.

En el caso de divorciados hay que conciliar las necesidades de la pareja
actual con las de la ex-pareja, lo cual muchas veces implica contactos y
negociaciones. Es necesario compatibilizar dos hogares, con escalas de
valores y hábitos de vida diferentes. Es importante que todos los
integrantes entiendan que las reglas no son mejores ni peores.
Al duplicarse la familia, mayor será la cantidad de interacciones a
ensamblar, incluso relaciones de parentesco que no tienen nombre. Abuelos,
tíos y primos nuevos que deberán conocerse y eventualmente definir algún
tipo de vinculación. El divorciado con hijos no sólo tiene un ex -cónyuge,
sino también una ex- familia política. Pero cuando forma nuevamente un
hogar, entra en escena otra nueva.


ALGUNOS MITOS A DESTERRAR
Las expectativas pueden resultar frustrantes cuando se piensa que esta nueva
relación será igual a la anterior. Cada familia es una microcultura que
proviene de otra, y que requiere de un tiempo de adaptación con respecto a
las costumbres y el lenguaje. "Es como un inmigrante que reside en otro
país", ejemplificó Diehl.
Pensar que las familias ensambladas provenientes de una viudez son más
fáciles de adaptar, es otro de los mitos. Esta realidad genera otro tipo de
situaciones debido a la ausencia y el recuerdo de uno de los progenitores.

Un pensamiento que también resuena en los consultorios es "si me quiere a
mí, también va a tener que querer a mis hijos". Por sentirse enamorados, el
cónyuge enseguida supone que tendrá una buena relación con los hijos de la
pareja, y esto no sucede de un día para el otro. Los cambios deben ser
paulatinos, y llevan mucho más tiempo que en una familia primaria. La pareja
debe establecer un vínculo sólido para llevar adelante una familia
ensamblada y generar jerarquía para estipular límites, hábitos y todo lo que
implica un nuevo hogar.
Otras veces las confrontaciones surgen ante dispares expectativas de la
pareja. Un hombre cuyos hijos viven con la ex esposa, se casa o convive con
una chica soltera diez años menor y sin hijos. La urgencia de esta mujer por
procrear puede entrar en colisión con la necesidad de su pareja de sentirse
aliviado porque ya crió a sus hijos, además de la complejidad que significa
para sus hijos aceptar no sólo a su pareja sino a un nuevo hermanito.

La consolidación del vínculo de pareja es la base de una familia ensamblada.
Tanto el padre como la madre deberán buscar espacios particulares con cada
uno de los integrantes de la familia, con la finalidad de beneficiar la
relación individual. "Un vínculo con un hijo que no es propio se construye
con mucho esfuerzo y tolerancia", remarcan finalmente los terapeutas.

Más información: www.familiassiglo21.org.ar y www.familiasyparejas.com.ar
Paulina Schmidt

Paulina Schmidt
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Un aporte de Alicia Piccardi