Escuela de Capacitación CePA.
Centro de Pedagogías de Anticipación.

Curso en Sede:
"Familia y Escuela en la Diversidad", Primer Cuatrimestre.
Sede Central 9ª. Av. Santa Fé 4300.

Núcleo:
"Sujetos e Instituciones."

Diseño y Publicación del material, Prof.Patricia Mendy.
2007

jueves, 3 de mayo de 2007

Clase Media... E. Anguita.

Clase media: seducida y abandonada

Eduardo Anguita

Licenciado en comunicación {UBA}. Docente y periodista universitario, ha publicado varios libros referidos a la historia argentina reciente.

En las tres últimas décadas, en la Argentina se redistribuyó el ingreso de manera bruta a favor de los sectores más poderosos, provocando la pauperización de gran parte de nuestra sociedad. Un grupo social hasta entonces paradigmático y distintivo de nuestro pais, la clase media, sufrió –y sufre– especialmente este proceso. En una investigación de Alberto Minujin y Eduardo Anguita recientemente publicada por Edhasa (La clase media: seducida y abandonada) se analiza esta transformación de la clase media –no sólo vista como víctima, sino también como victimaria– y su relación con los sueños y esperanzas de cara al futuro.


A partir de la crisis de diciembre de 2001, la mayoría de los analistas e investigadores sociales consideran que ese fue un momento bisagra en la historia argentina. Algunos centraron su observación en las formas institucionales, otros en la corrupción política, otros en la dependencia financiera o en la seguridad.

El antes y el después tiene que ver con algo más profundo y complejo: los modelos de concentración económica que acompañan la globalización de los negocios y el agresivo proceso de exclusión social que constituyen su principal emergente. En el caso argentino, para entender los niveles de pobreza de la actualidad es preciso contrastar cómo fue la parábola que arrancó a mediados de 1975, con la crisis desatada por el Rodrigazo –en el momento de mayor auge de las clases medias– y una caída sostenida de los ingresos de los sectores medios y populares hasta su precipitada caída hacia fines de 2001.

Hasta mediados de los setenta del siglo pasado, la clase media argentina se caracterizó por mantener niveles de ingreso y de calidad de vida muy por encima de lo que registraban otras capas medias en los países periféricos. Sin embargo, el fin de la guerra fría y la descomunal concentración de la riqueza y el poder a escala mundial dejaron a la Argentina sin sus históricas ventajas comparativas. Aunque los países más poderosos no tenían motivos para otorgar un trato privilegiado al país, la clase media reprodujo valores propios del consumismo, al tiempo que se desgajaban sectores la exclusión. Este proceso fraccionó y diferenció socialmente a quienes poco antes fueron pares. Arquitectos manejando taxis, patricios de dos apellidos al frente de una pizzería, señoras elegantes que hacían tortas para vender en las panaderías, fueron moneda corriente en los últimos años. Su ingenio no les alcanzó para mantener los lugares de prestigio social.

Concretamente, la emergencia de los nuevos pobres constituyó la antesala del escenario actual. La clase media no tiene trabajo, la asaltan en el tren o el coche, recurre al ingenio para comer con menos plata. No es observadora, sino protagonista. La convulsión coloca a la clase media en una ambigüedad extrema. Conductas de rechazo a la corrupción y a la concentración de la riqueza, de adhesión a la protesta y la participación social, conviven con sensaciones de desesperación y de obsesión ante los propios problemas, el miedo al futuro, la búsqueda de alternativas fuera del país, la falta de iniciativa y hasta la parálisis. Esta gama de conductas y sensaciones no necesariamente divide a las personas, sino que más bien convive en cada uno, de manera contradictoria, con un alto costo emocional y provocando altísimos niveles de desequilibrios emocionales y psicológicos.

La crisis que estremeció al país a fines de 2001 creará transformaciones que, probablemente, hagan imposible un nuevo resurgimiento de los sectores medios en los términos que le dieron la vitalidad política y cultural de sus años dorados –los cincuenta y sesenta–; ni siquiera en los altos niveles de consumo que conocieron algunos reducidos sectores de la clase media beneficiada con el sistema de estabilidad monetaria y cambiaria de los noventa.

El trabajo de investigación que hicimos juntos Alberto Minujin y yo analiza la caída y también imagina escenarios futuros no sólo respecto de las nuevas inserciones laborales posibles en el marco de las diferentes alternativas económicas, sino también sobre cómo operan los estados de ánimo, los valores morales y las creencias ante una realidad en la que el sistema político de representación muestra signos agudos de agotamiento. La implosión del sistema institucional y financiero –en un plano macro– sorprendió a la ciudadanía tanto por los grados de arbitrariedad del poder como por los de la propia reacción social, mientras que –en un plano micro– llevaron a vivir al día, a no poder prever ni planificar los escenarios próximos.

La caída de los niveles de vida de los sectores medios ha generado algunos fenómenos que la dirigencia política parece negarse a analizar cuando, paradójicamente, la mayoría de los líderes políticos dicen ser expresión genuina o tratan de seducir su voto para las contiendas electorales. La realidad es que apenas un diez por ciento de la población argentina puede sentir que sus estándares de consumo y patrones de vida están en los registros de clase media. El resto se debate en una gama que va entre la vulnerabilidad social o la pertenencia a esa categoría ambigua constituida por grupos sociales con pasado clasemediero e ingresos de empleado provisorio y flexibilizado.

La falta de representación y participación en la vida social y política crea distorsiones muy fuertes acerca de quiénes se atribuyen ser la “voz” y la “conciencia” de la clase media. Los medios de comunicación, los familiares de las víctimas de secuestros y los políticos compiten por ampliar sus bases de simpatías. Pero todos ellos logran apenas adhesiones emocionales o ideológicas.

Lo que no tiene visibilidad es lo más profundo: la caída no se detuvo y la falta de un “piso” provoca una sensación de deslizamiento que dan por resultado una suerte de “pobreza de futuro” en la cual conviven estímulos y reconocimientos sociales que no están al alcance de los sectores medios. La educación privada, la medicina prepaga, los barrios cerrados, los automóviles nuevos, las marcas de ropa o los destinos turísticos bonitos están al alcance de la mayoría por el bombardeo publicitario constante mientras que la solución a los problemas cotidianos está fuera del diálogo mediático. Amplios sectores de la sociedad apelan desde hace años a la creatividad para resolver los problemas más acuciantes: la reducción de gastos, compartir la vivienda o el coche, usar teléfono con tarjeta, turnarse para sacar turnos en el hospital público. La lucha en el marco de las formas de expresión populares –asambleas populares y movimientos de desobediencia civil– comenzó a ser una alternativa entusiasta que compite con otras a las que se sienten empujados muchos desposeídos: la resignación y el abandono, o directamente el robo y la delincuencia. Resulta visible que haberse empobrecido ya no es un sentimiento vergonzante de autoexclusión como era lo dominante en la década de los noventa y que marcaba una manera de resignación; por el contrario, a falta de plata, se convirtió en moneda corriente hablar de las desgracias y las pérdidas. Este rasgo de la conducta cotidiana expresa una temprana forma de adaptación y de rechazo a las nuevas condiciones. En ese sentido, los últimos años dieron cabida a un intenso debate ideológico sobre identidades y formas de organización en los cuales ser de clase media o ser de origen obrero y popular pasa a ser una contradicción secundaria. Muchos sectores medios han aceptado la creatividad de los obreros que recuperan sus fuentes de trabajo en esto que ha dado en llamarse “empresas recuperadas” y a través de las cuales se han creado comedores, bibliotecas, grupos culturales o artísticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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